―Tienes que tener más cuidado, Lexy― dijo
preocupada, presionando la bolsa de hielo contra la mejilla inflamada de su
hija―No es la primera vez que te golpeas ensayando para el escuadrón.
―Lo sé, Ma. Prometo tener más cuidado―le
sonrió débilmente.
Su mamá la observó atentamente, si bien, su
sentido de madre que algunos llamarían sexto sentido en las mujeres, le
indicaban que esa sonrisa era forzada,
podía ver la tristeza de su hija reflejada en el iris azul, que siempre parecía
eléctrico, ahora completamente apagado.
Sabía que algo no iba bien, y desde meses atrás
se había percatado de ello. Lexy podía tener la misma actitud vivaz, jovial y
porque no, risueña que tanto la caracterizaba, pero había momentos en que su
luz se apagaba por completo y su madre, se daba cuenta.
― ¿Estás segura que es por ensayar esos
moretones en tu cuerpo? He visto varios, Lexy… esto no tiene que ver con ese
chico…Greg, ¿Cierto?
Lexy la miró sorprendida y extrañada al mismo
tiempo, un ligero miedo recorrió su estómago. ¿Cómo su madre sabía que seguía
con Greg? Se suponía que ella ya no lo había visto desde hace meses, o bueno,
se suponía que su madre creía eso.
― ¿Cómo es qué-
―Lucy me lo dijo.
Lexy negó completamente enojada, se suponía
que era un secreto.
―Es una chismosa―se quejó.
―Me lo dijo porque está preocupada por ti, cariño.
Y no voy a castigarte, porque sé que si te prohíbo estar con él, vas a verlo a
escondidas y no quiero eso. Prefiero que me tengas confianza…sólo quiero saber
si está todo bien con él, ¿Te respeta? ¿Te trata bien?
Lexy mordió su labio nerviosa mirando a su
madre, su rostro lleno de preocupación.
―S-sí, estamos bien―mintió―No tienes por qué
preocuparte― sonrió forzosamente, tratando de quitar tensión a la situación.
―Bueno, sabes que puedes contarme lo que sea,
¿Cierto?
―Claro que sí, Ma. Enserio, todo está bien.
Quita esa cara―dijo ahora más alegre y la abrazo fuerte, cerrando los ojos,
sintiendo el apoyo y amor que necesitaba.
Lexy subió a su habitación, apenas eran las
seis de la tarde pero de todos modos sacó su pijama junto con ropa interior
limpia. Tomó las prendas y salió al pasillo para dirigirse al baño. Cerró la
puerta y comenzó a llenar la tina, mientras escuchaba el agua correr y llenar
la tina se miró frente al espejo encima del lavamanos. Estaba pálida, más
pálida de lo normal y parecía como si quisiera llorar, realmente quería.
―No, se te hincharan los ojos y te verás
horrible― se dijo para sí misma cubriendo con sus manos el palidecido rostro, arrastró las manos
sobre su piel hasta descubrir el rostro de nuevo y suspiró. ―Eres bonita,
demasiado bonita como para arruinar tu rostro con estúpidas lágrimas―volvió a
repetirse, Lexy era sensible y la única forma de sentirse fuerte, era mediante
su belleza, era su arma más letal, la cual conocía y sabía manejar a la
perfección, al mismo tiempo que era irónico, se preocupaba tanto por aquellas
lágrimas que derramaba e hincharían su rostro momentáneamente, que por los
golpes que recibía constantemente de su novio.
No tenía sentido, al igual que su relación con
Greg. No tenía sentido.
Se deshizo de su atuendo y se sumergió en la
tina. Cerró los ojos disfrutando del agua tibia, relajándola al máximo.
Pensó, pensó mucho. Sobre Greg, en cuanto se
había dejado humillar por sentirse culpable, y en realidad, había creído que se
merecía todo aquello. Él se lo repetía constantemente, para justificar su maltrato
hacia ella, su abuso no solamente físico, si no, psicológico. Miles de palabras
horribles, insultos, son cosas que Lexy jamás olvidaría. Pero no podía dejarlo,
ella no se sentía con ese derecho, además, tenía miedo de como Greg podía
reaccionar. ¿Hasta dónde llegaría su violencia si ella lo dejaba?
El hecho de que fue prácticamente violada por
aquél chico que se decía ser el mejor amigo de Greg la había marcado y
perturbado, y aunque no recordara nada, para ella era mejor así, el trauma
seguía presente y ese hecho jamás en su vida podría salir de su mente
atormentándola para siempre.
Eso la aterraba aún más.
Suspiró, tratando de borrar todo aquello
aunque fuese mientras tomaba aquel relajante baño.
Entonces la única cosa emociónate que pasaba o que `pasaría en su
vida desvaneció el ceño fruncido y elevó las mejillas debido a la sonrisa que
se había extendido en su boca.
El profesor Styles.
De tan sólo imaginárselo, como lo ponía
nervioso, como le provocaba erecciones, la hacían morder el labio ansiosamente y olvidarse por completo de
Greg.
Si hubiera sido cualquier profesor, le daría
igual, incluso asco, pero no era cualquier profesor. Era Harry Styles, aquéllos
ojos verdes no grandes pero tampoco pequeños, sus labios en forma de corazón
siempre se mantenían a margen en su color rosado vibrante que provocaban en Lexy
unas ganas de devorarlos.
La forma en que sonreía, sus hoyuelos, las
pequeñas arrugas en sus ojos cuando su sonrisa era demasiada amplia, su
cabello, a veces despeinado, sus manos, las venas en sus manos
extendiéndose a sus brazos, su cuerpo,
su altura. Todo en él le encantaba, le fascinaba.
Y sería realmente toda una placentera
experiencia poder seducirlo hasta el punto en que le cueste incluso respirar en
la misma atmósfera que ella. Hasta el punto en que su cuerpo y su deseo sean
más fuertes que su estúpida moral y principios.
Iba a ser un placer, en toda la extensión de
la palabra, destruir al profesor Styles.
En el buen sentido, claro está.
*
― La cena estuvo deliciosa, nena―le dijo Harry
besando sus labios ligeramente mientras
le ayudaba a recoger los platos.
―Me alegra que te gustara―contestó Kim con una
leve sonrisa.
Una vez que Kim terminaba de lavar un plato o
vaso, se lo pasaba a Harry para secarlo, este lo hacía y lo guardaba.
Repitieron el mismo patrón hasta que todo estuviese limpio.
―Ve a la sala, voy en un momento―murmuró
besando su frente y Kim dejó la cocina.
Harry suspiró, buscó con su mano en el
bolsillo interno de su saco, al sentir la dureza del objeto, regresó su mano al
costado. Abrió las puertas de cristal de la alacena para sacar dos copas junto con el destapa-corchos, después
abrió la nevera y extrajo el vino que había traído en la tarde para disfrutarlo
con Kimberly. En una mano sus dedos sostenía las copas y en la otra la botella
fría de vino.
Inhaló y exhaló moviendo sus hombros, tratando
de relajarse.
Comenzó a caminar hacia la sala, quedándose en
la entrada de esta, Kimberly estaba de pie frente al componente, su dedo índice
presionando el botón el cual cambiaba de canción. Harry la observó de los pies a la cabeza. Dejando ver sus
bronceadas piernas, su cabello dorado en largas ondas cayendo por su espalda.
Dejó de cambiar cuando apareció una canción que, al juzgar por como movía las
caderas suavemente al ritmo, le gustó.
Harry sonrió ampliamente, la rubia se giró sobre sus pies y enseguida sus ojos
miel conjugaron con los verdes de Harry e imitaron su sonrisa.
Ella era preciosa, vaya que lo era.
Harry se sentía un hombre afortunado y no por
el simple hecho de su belleza, si no, que era una mujer carismática, bondadosa,
dulce como el azúcar, comprensiva. Todo lo que un hombre pudiese querer de una
mujer para una relación formal, seria.
Sin embargo, no entendía porque ella no podía
ser la dueña de todos sus deseos, de
todas sus fantasías sexuales y pecados.
Podría formar parte de algunos, pero si bien,
él sabía que la única que gobernaba aquellos deseos eróticos era Lexy Vane,
sólo ella, nadie más.
Jamás, en sus treinta y cuatro años de vida
había deseado tanto a alguien…todo era tan extraño. No sabía cómo una niña de
dieciséis años podía ejercer ese
magnetismo sobre él, era impresionante.
Se odiaba
a si mismo por ello, le repugnaba tener esos pensamientos sobre ella al
mismo tiempo que le volvían loco y agitaba su interior.
Era una mezcla de inexplicables sentimientos.
Oh Kimberly, si tan sólo ella pudiera ser la
que ocupara todos esos pensamientos, sería la mujer perfecta para Harry.
Kimberly caminó hacia Harry, cuando estuvo
frente a él envolvió sus brazos en su cuello y presionó sus labios contra los
de él con fuerza. Harry sonrió contra los labios de ella y abrió la boca para
recibir el beso apasionado.
Tenía que concentrarse en ella y olvidar de
una maldita vez las ganas que tenia de follar a Lexy Vane como si no hubiera un
mañana.
No importaba cuánto la deseaba, mientras él
pudiera, jamás dejaría que aquello sucediera.
Tenía que reafirmar lazos con Kimberly y
volver su relación más fuerte, justo por eso habían cenado juntos.
―Vamos―murmuró Harry, ambos se sentaron en el
sofá y Harry colocó las copas y vino en la mesa del centro. Abrió la botella de
vino con el destapa corchos, vertió el líquido embriagante dulce en ambas
copas.
Le extendió una a Kimberly, ella la tomó con
una sonrisa.
―Por nosotros―dijo la rubia.
―Por nosotros, nena―chocaron ambas copas y
enseguida las llevaron a sus labios. ― ¿Qué tal?
―Esta delicioso, Harry.
― ¿Si? Es nuevo, Gemma lo mandó, es la prueba.
―A sí que… ¿No ha salido a la venta?
―No aún, tenía que probarlo primero.
―Es
delicioso pero no empalaga en lo absoluto. Será un éxito.
―Eso espero.
La gran fortuna que el padre de Harry había
dejado a cargo de él y su hermana mayor, se debía a que, la familia Styles, era
dueña de viñedos en Londres, con una de las marcas más prestigiadas del país y
del mundo. Había dejado el negocio y fortuna familiar a sus dos hijos, pero a
Harry no le interesaba dedicar su vida a los viñedos y los negocios que estos
conllevaban, lo cual era todo lo contrario con Gemma. Así que ella se hizo
cargo de la mayoría del negocio y fue como Harry pudo ejercer su carrera. Él
sólo aprobaba los vinos, leía los informes y claro, recibía sus comisiones. Sus
muy altas comisiones.
―Quiero hablar contigo sobre algo muy
importante, Harry.―dijo Kimberly en un tono más serio.
― ¿Sí? Qué bueno que lo dices porque yo
también.
―Oh, ¿Qué querías decirme?
―No, tu primero―dio el último sorbo a su vino
y colocó la copa en la mesa.
―Buena…yo, tengo que viajar.
Harry frunció el ceño.
― ¿A dónde?
―A parís, con mi jefe. Tiene un proyectó allá
y como asistente tengo que acompañarlo.
―Yo, no me esperaba esto. ¿Cuánto tiempo?
―Cinco o seis meses.
―Eso es demasiado tiempo, Kimberly. ¿Por qué
no me lo habías dicho? ―elevó un poco la voz, la cual mantenía su tono de
sorpresa pero algo más agresivo.
― ¡No lo sabía! Me lo dijo esta mañana. Es mi
trabajo, Harry.
―Lo sé pero, eso es demasiado tiempo.
―Lo sé, lo sé. Créeme, no quiero ir pero tengo
que. Pero por es quiero saber si vamos enserio, si yo…podré estar segura que al
regresar tu seguirás a mi lado. Necesito algo que me dé la certeza que nuestra
relación no acabará o cambiará.
―Tú sabes que vamos enserio, te lo he dicho
muchas veces―murmuró levantando la barbilla de ella con sus dedos para
acercarse a su rostro. ― ¿No es así?
―Sí, es
sólo que…eres un hombre increíble, apuesto. Alguien puede atraerte en esos
meses sin mí, cualquier chica se te puede ofrecer y tú…
―Y yo no haré absolutamente nada. Eres mi
novia, Kimberly. Te respeto y no quiero a nadie más pero ¿Sabes qué?, tienes
razón. Necesitas algo que te aseguré que seguiremos juntos, es por eso que
compré esto.
Harry sacó la caja del interior de su saco y vio como los ojos de
Kimberly brillaron con nerviosismo, la
miró con una sonrisa procediendo a abrir la caja. En esta, aparecieron dos
anillos de oro brillantes, sin ninguna piedra preciosa o algún diseño,
simplemente dos aros de oro preciosos.
―Mandé a que grabaran mi inicial en el tuyo y
tu inicial en el mío― murmuró y sacó el más pequeño. Le enseño de cerca y
Kimberly vio la pequeña “H” grabada. Tomó su mano izquierda y le colocó el
anillo en el dedo anular.
Ella soltó una risilla tonta, tratando de
silenciarla tapando su boca con la otra mano. No podía creer que Harry
estuviese haciendo esto.
Cuando terminó de colocarle el anillo besó sus
nudillos. Kimberly se apresuró a tomar
el otro anillo y comprobó que estaba la “k” grabada. Deslizó el aro de oro en
el dedo anular de Harry y apena lo hizo se abalanzó sobre él para llenarlo de
besos expresando su gratitud y felicidad.
―Con esto, siempre recordaremos que no importa
si estamos lejos el uno del otro. Tú me perteneces y yo te pertenezco a ti―
Habló su ronca voz contra los labios de ella.
Kimberly lo abrazó fuertemente, hundiendo su
rostro en el pecho de Harry.
Él la rodeó con sus brazos, colocando sus
manos en su espalda.
―Te amo, Harry―susurró apenas.
Harry se quedó callado y tieso. Era la primera
vez que ella le decía aquello, y se decepcionó. No de Kimberly, si no, de él.
Porque, por más que quiso decirlo de vuelta,
aquellas dos importantes palabras jamás salieron de sus labios.
*
Lexy estaba frente al espejo en los sanitarios
de mujeres de la escuela. Al lado de ella se encontraba Valery, quien le
platicaba sobre la cita que había tenido el fin de semana. Lexy la escuchaba mientras
aplicaba el brillo labial inclinada hacia el espejo.
Acomodó su cabello moviendo las raíces con los
dedos para dar más volumen.
― ¿Por qué te tardas tanto Lexy? Llevamos aquí
como quince minutos―Se quejó Valery poniendo los ojos en blanco.
―Sólo hago tiempo para mis asesorías con el
profesor Styles, además quiero verme lo mejor posible―dijo sacando un poco la
lengua y mordiéndola con una sonrisa.
―Ay
Lex―rió― ¿Tu enserio crees que podrás tirártelo?
―Claro que sí. Con paciencia y empeño. Aunque
sinceramente, no lo veo tan difícil, se le para con tan sólo verme―carcajeó.
―Dios, ya me imagino. Es muy apuesto Lexy, así
que no te culpo por querer seducirlo, sólo ten cuidado amiga. Eso te puede
traer muchos problemas, quiero decir… es tu profesor…tienes dieciséis, él
treinta y cuatro. Ni siquiera es legal.
―Blah, blah―puso los ojos en blanco―Mientras
ambos queramos es válido para mí, yo no lo obligo a él, no hay nada de malo, y
sí, es mucho mayor que yo pero, ¿A quién le importa? No soy la primera chica
que se ha follado a alguien que le doble la edad.
―No, pero seguro serás la primera alumna que
se folla al profesor Styles.
―Me gusta el título―sonrió
Lexy desabrochó los primeros tres botones de
su blusa impecable dejando ver sus senos y subió un poco más su falda, dando a
relucir aquellas preciosas piernas. Se despidió de Valery, caminado hacia la
oficina del profesor Styles. Estaba nerviosa, no por tenerlo cerca, si no, por
todo lo que imaginaba que podría pasar en todo el tiempo que ella estuviera con
él.
Como se sentiría sus labios sobre los de ella,
aquellos labios rosados y en forma de corazón sobre su piel, sus grandes manos
acariciándola. De tan sólo imaginarlo se derretía por completo.
Relamió sus labios frente a la puerta de su
oficina y tocó con su puño, dos veces.
Esta vez la puerta se abrió, mostrando al alto
y apuesto hombre en un traje gris impecable.
Lexy sonrió.
―Hola, profesor.
―Señorita Vane, adelante. ―habló si ronca voz
haciéndose a un lado e indicándole con la mano que pasara, en cuanto Lexy
entró, Harry se giró sobre sus pies y cerró la puerta.
***