jueves, 16 de octubre de 2014

Prólogo.



A estaba frente a él, la cama cubierta de sábanas color miel consumían el calor de su cuerpo desnudo, su largo cabello oscuro como la noche y brillante como las estrellas descansaba a cada lado de sus senos, sus labios rellenos y rojos carmín se mantenían entreabiertos, tan jugosos, tan apetitosos, tan...irresistibles. Aquellos labios que habían repetido su nombre una y otra vez. 
Los parpados cerrados no le permitían perderse en aquellos ojos grandes intensamente azules como el océano, aquellos ojos brillantes llenos de juventud, lujuria y de aquél efecto hipnótico que sólo ella podría provocar, las largas pestañas revoloteaban a cada pequeña ráfaga de ciento que se colaba por la ventana de su habitación, erizando la piel de su más apetecible pecado. 
El hombre de cabello rizado tragó saliva, era imposible que ella fuera real, esta mujer había sido tocada y creada con las manos de los ángeles pero tenía el cuerpo diseñado por el mismo diablo. 
Sus ojos verdes se perdían en las infinitas curvas de su cuerpo y su mente viajó hacia la noche anterior, la forma en que su cuerpo encajaba con el de ella a la perfección, el compás de sus movimientos sin jamás perder el ritmo, la pasión, el deseo y el simple hecho y presión de estar haciendo algo prohibido, de faltar a su ética, lo llevaban al límite, haciendo caer a ambos en un éxtasis total ante las sombras de la noche.
Harry podría jurar que tenía a la diosa afrodita encarnada en el ser más hermoso y sensual que pudiese haber pisado la tierra y se preguntaba si algún día conocería a alguien la mitad hermosa de lo que era ella.
La culpa invadió su cuerpo, había faltado a su ética, había perdido el profesionalismo y aunque sería su secreto, se había fallado así mismo, había caído en la más placentera y jugosa tentación.
Él sabía que no resistiría mucho tiempo en cuanto ella comenzó a ocupar sus pensamientos todas las noches, el deseo era más fuerte que su fuerza de voluntad, que si mismo.
Harry era firme creyente que el deseo siempre tenía un objeto, el cual siempre era oscuro, no existían los deseos inocentes, no se podía quedar en un simple pensamiento, en una simple imaginación, tenía que concebirlo para poder controlarse a si mismo.
Lexy Vane era su deliciosa manzana prohibida en su jardín, y él había mordido de ella tomando rendición por la lujuría.
Era increíble como una mujer como ella podía afectar a un hombre hasta tenerlo a sus pies y llevarlo al borde de la locura.
¿Qué mierda haría ahora? Sus grandes manos cubrieron su rostro entrando en un estado de silencioso pánico. ¿Qué demonios había hecho?
Tenía en su cama a ella, tenía en su cama a su alumna de tan sólo dieciséis años, desnuda. La había hecho suya de la manera más deliciosa que el ser humano pueda imaginar y ahora el remordimiento lo estaba carcomiendo.
Lexy Vane era la tentación de Harry. Y él, había caído.
***
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